- Espéreme aquí –Madelaine le dio dos chelines al conductor. Bajó apresuradamente, apretándose contra el pecho el bolso donde llevaba la carta. Entró en la biblioteca y saludó a la señora Smith, con la que conversaba a menudo. Madelaine buscó la sección más alejada y a la que ella sabía que menos libros se sacaban. Escogió uno de los volúmenes y escondió el sobre en él. Antes de poder relajarse, oyó un ruido a su izquierda. Una persona le había visto esconder el sobre. Sin embargo, se relajó al instante, era imposible que ese hombre la hubiera visto, pues era ciego.
Una punzada de terror atenazó el cerebro de Madelaine al recordar la advertencia de la carta acerca de los ciegos. Además... ¿Qué hacía un
ciego en una
biblioteca? Se giró, sobrecogida, y vio como el ciego comenzó a moverse espasmódicamente hacia ella. Temblando violentamente, consiguió recuperar el sobre y corrió en dirección contraria, alejándose del ciego. La bibliotecaria se giró para ver si se distanciaba del hombre y lo que vio hizo que el corazón le diera un vuelco. El anciano estaba sacando un puñal de uno de sus bolsillos y la “miraba” directamente, a través de sus lentes oscuras. Madelaine giró una esquina tratando de huir cuando chocó contra alguien.
- Tenga cuidado –Un joven la agarró del brazo, impidiendo que cayera al suelo.
- Gra... Gracias –Musitó Madelaine. Sin más, el hombre comenzó a andar hacia el pasillo por el que había venido Madelaine. Por el pasillo por el que andaba el viejo del puñal. Madelaine apenas alcanzó a articular unas palabras.
- Disculpe, ¿sabe donde está la sección de jardinería? –Balbuceó, consiguiendo que el hombre se detuviera justo a la entrada del pasillo.
- Creo que está un par de pasillos más allá, aunque sería mejor que se lo preguntara a una bibliotecaria, ¿no cree? –Dicho esto, el joven se metió por el pasillo en el que se encontraba el viejo.
Madelaine corrió hacia el joven gritando “¡Espere!”. Cuando giró la esquina, únicamente encontró al hombre, que ya consultaba un libro. Ni rastro del ciego anciano.
- ¿Sí?
- Na... Nada... –Madelaine estaba muy confundida. ¿Acaso se lo había imaginado todo? ¿Tan nerviosa estaba después del incidente en el tren que veía cosas donde no las había?
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Harper se rascó la nuca, sabedor de que le resultaría bastante difícil encontrar rápidamente a la señorita Monleón. Desesperanzado, echó un último vistazo a la calle. Algunos niños corrían y gritaban jugando. La pelota con la que jugaban fue a parar a los pies de un hombre con bastón. Cuando Harper se fijó en el hombre, casi se le escapa el corazón por la boca. Un ciego se encontraba en la acera de enfrente, clavado en el suelo, con la cabeza girada en su dirección. Un carruaje pasó por la calle entre ellos dos. Cuando terminó de pasar, el ciego ya no se encontraba allí. Harper sacudió la cabeza y sacó un cigarrillo del bolsillo. Llevaba un día de demasiadas emociones.
En ese instante, el profesor Phillips salió de la estación.
- Agente –Llamó a Nick- Tenga, mi tarjeta –Se la entregó- Aquí tiene mi dirección y el teléfono de la universidad. Si necesita ayuda o lo que sea, no dude en pedírmela.
Harper asintió con la cabeza, aún aturdido por la visión del ciego. Se despidió del profesor y echó a andar hacia la comisaría, con la intención de encontrarse con Longtree. De camino, paró en el sastre para comprar una gabardina nueva, pues la suya se había quedado en el tren, tapando los cadáveres.
Perdió media hora, pero al fin encontró una, con mucho mejor aspecto que la vieja. Se la colocó bien sobre los hombros, y echó a andar hacia la comisaría. Con un poco de suerte, el inspector aún estaría allí.
El local donde estaba la comisaría era un auténtico caos, como de costumbre. Estaba abarrotada. Un hombre se resistía y entre dos agentes lograron reducirlo y meterlo entre rejas.
- ¡Nick! ¡Eh, Nick! –Harper se giró y vio a su compañero Calahan llamándole desde su puesto. Ambos entrechocaron las manos.
- ¿Qué haces aquí aún? ¿No te habían destinado a la guardia montada de Henley?
- Si, pero el viaje ha sido un tanto... movido. Oye, ¿Has visto al inspector Longtree por aquí o ya se ha ido?
- Está en su despacho desde hará una media hora, que acabó de hablar con una mujer.
- Gracias, Calahan.
Con un saludo, Harper se dirigió hacia la puerta del despacho del inspector. Levantó la mano y golpeó ligeramente con los nudillos. La voz de Longtree le invitó a pasar.
- Buenas tardes, inspector.
- Siéntese, por favor Harper. Usted dirá.
- Señor, el sobre que mencioné en la estación, ya se quién lo tiene. Al parecer, la señora Jameson se lo dio a la señorita Monleón. Intenté cogerla, pero la perdí.
- De acuerdo, no se preocupe. ¿Recuerda la dirección del sobre? La señorita Madelaine quería ver a su abuelo...
Harper hizo memoria, intentando recordar. Finalmente, consiguió recordar el nombre de la calle, aunque no el número de la casa.
- Bueno, menos es nada. Al menos ya tenemos por donde empezar. Usted está destinado en Henley, ¿Verdad? –Harper asintió- Perfecto. Esta calle está allí. Es muy probable que la señorita Madelaine vaya por allí. Me gustaría encargarle algo. Quiero que la vigile de cerca. Y, si hace algún movimiento sospechoso, tiene usted permiso para arrestarla. De momento es la única pista que tenemos.
- De acuerdo –Harper se levantó de la silla- Buscaré un caballo y saldré ahora mismo hacia Henley. Gracias por todo, inspector.
Nick se dirigió a las caballerizas del departamento de la policía montada. Si la señorita Monleón había cogido un carruaje nada más salir de la estación, le llevaría una hora de ventaja. Con un poco de suerte, la encontraría antes de que llegara a la casa de su abuelo y le resultaría más fácil encontrar dicha residencia.
En unos minutos, ya se hallaba en marcha, galopando camino a Henley.