viernes, 3 de abril de 2009

Oscuros designios: Episodio 12

En unos minutos se había plantado en la calle donde vivía el abuelo de la señorita Monleón. Fue caminando despacio, mirando los buzones. Finalmente, encontró el que buscaba. Jeremías Oldakre, rezaba. La cancela estaba abierta ligeramente. Harper terminó de abrirla y se tapó la nariz. Alguien había vomitado en el césped del jardín. Procurando no mancharse los zapatos, avanzó hacia la puerta. Con sorpresa, constató que estaba abierta.

- Esto no me da buena espina.

Harper sacó la pistola de la funda y llamó a la puerta con los nudillos.

- ¡Policía! ¿Hay alguien ahí?

Por toda respuesta, Nick oyó unos pasos precipitados provenientes del piso de arriba. Nervioso, apuntó con el arma hacia las escaleras que bajaban a la planta donde se encontraba. Los pasos se convirtieron en una carrera. Para su horror y espanto, en la parte de arriba de la escalera, apareció un hombre ciego, corriendo hacia el, con la mandíbula desencajada. Después de un momento de duda, cuando el hombre ciego estaba apenas a unos metros de él, Harper apretó el gatillo.

Cuando el pitido de la detonación se disipó de sus oídos, lo único que oyó fue un gemido ahogado, que provenía del cuerpo que había en el suelo tirado.

- Por favor, por favor, por favor... –La voz de la señorita Madelaine se fue apagando poco a poco.

En la puerta que había a la derecha de las escaleras ahora se apreciaba un gran agujero. Harper miró la pistola, humeante aún. La cabeza le daba vueltas. No sabía que pensar. ¿Había un ciego? ¿Tan afectado estaba por el asesinato del tren?

Pasaron aún unos minutos antes de que la señorita Monleón se tranquilizara lo suficiente como para balbucear unas palabras. Ese policía le había disparado ¿En qué estaba pensando?

- Arriba... Ugh... Mi abuelo... Muerto... –Consiguió balbucear.

Harper miró hacia el piso de arriba. Con cierto reparo, comenzó a subir la escalera, sintiéndose culpable por haber disparado a la señorita Monleón. Se secó el sudor de la frente al pensar que habría pasado de no haber cerrado los ojos en el momento de disparar. Con estos pensamientos llegó finalmente a la habitación donde estaba el cadáver de Jeremías Oldakre. El hedor era insoportable. Harper constató que efectivamente, estaba muerto, aunque la verdad es que era evidente. Antes de volver a bajar, echó una última mirada. En la frente del fallecido se encontraba el puñal con que le habían asesinado. Un puñal con una serpiente adornando el mango. Imágenes del tren acudieron a la mente de Harper. De nuevo vio como colgaba el hombre apuñalado del cable de freno del tren. El sentimiento de culpa por haber disparado su arma contra la señorita Monleón desapareció de la cabeza de Harper. La señorita Monleón viajaba en ese tren. Y ahora, en esta casa de Henley, aparecía un hombre con un puñal clavado exactamente igual al hallado en el tren. La señorita Monleón tendría que explicar muchas cosas. Bajó a grandes trancos las escaleras y se acuclilló delante de la bibliotecaria.

- Señorita Monleón –Ella bajaba la mirada, temblando, sin mirarle a los ojos –Voy a tener que detenerla, como sospechosa del asesinato del tren con destino a Henley esta mañana y del asesinato de Jeremías Oldakre.