lunes, 22 de diciembre de 2008

Oscuros designios: Episodio 5

La puerta que comunicaba el vagón con la máquina se abrió de repente, sobresaltando al pobre Nick, que dejó caer de nuevo el fósforo.

- ¿Se puede saber quién ha activado el freno de emergencia? –El tono del revisor se fue apagando conforme fue viendo la escena, iluminada con su farol –Dios santo...
Harper estaba agachado, con la cara cubierta de sangre. Los dos cuerpos muertos estaban el uno encima del otro, el del hombre ciego boca abajo sobre el hombre de la corbata. Los viajeros del vagón se acercaron para ver mejor que había pasado.

- Yo que ustedes no me acercaría demasiado –Harper se pasó una mano por la cara. Evidentemente ninguno de los ocupantes le hizo caso –Se lo advertí. –Dijo al oír las exclamaciones de los demás. Madelaine se cubrió la boca con las manos al ver la dantesca escena.

- Será mejor que llame a la policía.

El revisor volvió a la maquina por la puerta por la que había entrado.

- Écheme una mano a voltearlo –El hombre de blanco le dio un codazo a Harper.

- No deberíamos moverlo...-Comenzó a decir. No obstante, el hombre no le hizo ni caso y ya estaba volteando el cadáver del hombre ciego. Al quedar boca arriba, las gafas resbalaron por el rostro del anciano. Todos soltaron una exclamación de horror y Harper volvió a trastabillar. Las cuencas de los ojos del hombre estaban completamente vacías, como si nunca hubieran contenido globos oculares.

- Dios mío... –Harper le puso los dedos en el cuello al anciano, solo por asegurarse. Retiró la mano al instante- Está helado... ¿Cómo puede ser?

Harper se quitó la gabardina y la echó sobre los dos cadáveres, para que las mujeres no siguieran mirando la horrible escena.

A los pocos minutos, un hombre subió al tren. Llevaba una gabardina gris y era bastante rollizo.

- Buenos días, soy el Inspector Longtree. ¿Qué ha pasado aquí? –Su mirada se posó en los dos cadáveres, que asomaban ligeramente de la gabardina de Nick –Dios mío... Por favor, necesitaré que bajen del tren.

Todos comenzaron a bajar del vagón. Harper se demoró un poco más, pues regresó a su asiento para coger su maletín y su carpeta, con los papeles de su ascenso y toda la información que poseía. Una vez bajó del vagón, abrió su maletín, sacó su placa y se dirigió al inspector.

- Inspector Longtree –Este se giró hacia él- Soy el agente Harper, si necesita mi ayuda, estoy a su servicio.

- De acuerdo agente, muchas gracias. De momento, es mejor que vaya con el resto de pasajeros, les llevaremos de vuelta a la estación y allí podremos hablar más tranquilamente.

Harper asintió con la cabeza y se llevó un cigarrillo a los labios, encendiéndolo ansiosamente. Dio una profunda calada y continuó andando con el resto de sus compañeros de viaje. En el resto de vagones, la gente estaba asomada a las ventanas sin cristales, preguntando y dando voces, quejándose de la parada del tren, ajenos por completo al asesinato que se había llevado a cabo en el primer vagón de su transporte. Algunos de los rostros, al estar entre las sombras sobresaltaban a Nick. Le parecía ver rostros sin ojos por todas partes. Dio una gran calada y siguió andando, intentando no pensar en ello.

El hombre excéntrico del traje blanco se puso muy nervioso al oír que Harper era un agente de policía, ya que había tocado la escena de un crimen. Pensativo y alterado, continuó andando con el grupo.

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Los seis llevaban ya una hora esperando en una sala de la estación de trenes de Londres. Aún no había vuelto el inspector Longtree para hablar con ellos.

Nick sacó un cigarrillo y se lo llevó a los labios. Antes de encender el fósforo, lo pensó un momento y se giró hacia su vecino más próximo, el hombre mayor con boina.

- ¿Le importa que fume?

- Por supuesto que no –El hombre sacó su pipa y la encendió, ofreciéndole a Harper fuego para encender su cigarrillo- Supongo que debería presentarme. Soy el profesor George D. Phillips. Puede llamarme George si lo desea, agente.

- Yo soy el agente Harper, profesor Phillips –Contestó Nick, sin hacer caso del hombre –Encantado –Le entrechocó la mano.

- ¿Falta mucho para que nos permitan irnos? –La mujer joven parecía nerviosa- Oh, bueno, disculpen que no me haya presentado, mi nombre es Isabella Wonderford.

Nick y el profesor Phillips inclinaron la cabeza. El hombre de la perilla estaba muy nervioso, no dejaba de mirar a Harper.

- Yo soy Arthur McCarthy –Se quitó el sombrero y se lo volvió a colocar. Hablaba con voz nasal. Todos le devolvieron el saludo.

- Pues yo soy Catherine Jameson –La mujer regordeta se abanicaba vigorosamente con el abanico y levantó la barbilla al presentarse, con aire de suficiencia- Hijo, deja de morderte las uñas –Se dirigió a McCarthy.

- Y usted, señorita, ¿Quién es? –Nick miró a la joven pelirroja.

- Me llamo Madelaine Monleón –Se subió las gafas.

- ¿Monleón? –Nick levantó una ceja y le dio una calada al cigarrillo- ¿Portugués? ¿O español, quizás?

- Tengo sangre española, si es a lo que se refiere...

Un silencio incómodo se hizo en la sala, interrumpido sólo por el abanico de la señora Jameson y las caladas ocasionales del agente Harper y el profesor Phillips.

- Pues yo he robado –Barbotó McCarthy, que parecía haberse quitado un peso gigantesco de encima en cuanto dijo esto. Harper le miró de hito en hito, sin saber muy bien como reaccionar- Es que... lo pisé en el tren y... me lo quedé...-Sonrió nerviosamente- No se porque lo hice...

Harper extendió la mano en su dirección, con cara de pocos amigos y McCarthy, nervioso le entregó un sobre, que, efectivamente, tenía una pisada impresa en sangre. Meneando la cabeza, el agente dejó el sobre encima de la mesa que había en la sala.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Oscuros designios: Episodio 4

Efectivamente, cuando Madelaine se asomó, el revisor estaba ayudando a un hombre muy anciano a subir al vagón. Los anteojos oscuros y el bastón que llevaba hicieron saber a los ocupantes que el nuevo pasajero era ciego. Era muy alto, enjuto y arrugado. Además, la ceguera no parecía ser su única minusvalía, pues andaba tambaleándose con mucha dificultad, arqueando el cuerpo, muy rígido. Dio un par de golpes por el suelo mientras buscaba un asiento con la ayuda del revisor, hasta que se sentó justo enfrente del hombre nervioso, el cual torció el gesto, visiblemente disgustado por la compañía, pues el primer banco del vagón, donde estaban sentados, los dos bancos se miraban, así que no tenía más remedio que mirar al hombre ciego sentado enfrente de él. El resto de viajeros lo único que veía eran las espaldas de los demás, pues los bancos eran individuales.

Por fin, al cabo de unos instantes, el tren se puso en marcha. La gente del andén saludaba a los viajeros. Nick se recostó en su asiento, intentando relajarse. Tenía por delante una hora larga de viaje. Madelaine le miró con desaprobación antes de volver a centrarse en su libro. Sin embargo, a los pocos instantes, tuvo que parar, pues el caballero del traje blanco sentado delante de ella, agitaba la cabeza al ritmo de las ruedas del tren, siguiendo el sonido, poniendo a la bibliotecaria de los nervios. No podía creer que tuviera que estar compartiendo tren con ese desarrapado y con el hombre sentado delante de ella, que, evidentemente, estaba mal de la cabeza.

El tren continuaba su marcha a siguiendo los raíles, traqueteando. Por quinta vez, la bibliotecaria Madelaine tuvo que interrumpir la lectura de su libro, pues acababan de entrar en un túnel y la oscuridad se hizo absoluta. De pronto, un terrible aullido de dolor atravesó los oídos de los pasajeros, que quedaron sobrecogidos. El tren frenó bruscamente, provocando que los ocupantes de los asientos salieran despedidos hacia delante. Nick se golpeó en la frente, haciéndose una fea herida que comenzó a sangrar.

- Mierda –Masculló- ¿Están todos bien? ¿Me oyen? Joder, que gilipollez –Nick metió la mano en su gabardina y buscó los fósforos. Cuando consiguió encenderlo, vio a la señorita Madelaine en su asiento, pálida y con las gafas descolocadas.

- Estoy bien, gracias –Musitó, intentando colocarse las gafas.

Un poco más adelante, el hombre de la pipa y la boina estaba bien también, solo se había roto las gafas, haciéndose un pequeño corte en la mejilla. Nick se quemó los dedos al terminar de consumirse la cerilla. Con una maldición encendió otra y continuó avanzando por el vagón. La mujer regordeta del abanico parecía estar bien también, y la mujer joven, agarrándose el brazo le dijo que no se preocupara, que estaba bien. La cerilla se consumió de nuevo. Nick avanzó un par de pasos dispuesto a preguntar al hombre ciego y al hombre de la corbata mientras sacaba un nuevo fósforo. Cuando lo consiguió encender con las manos aún temblorosas del susto al haber escuchado el terrible alarido, lo que iluminó el pequeño globo de luz le sobrecogió. Con un grito, Harper soltó la cerilla y trastabilló un poco. Lo que había visto no se le olvidaría jamás, se quedaría con esa imagen clavada en su mente por el resto de sus días. Agarrado con una mano, Nick encontró colgando del cable de frenada de emergencia del tren al hombre de la corbata, con la boca abierta en un aullido mudo. En su pecho, un puñal con la empuñadura adornada con una serpiente. Pero lo peor de todo, si algo podía ser peor, era que el hombre ciego estaba agarrado a la cintura y la corbata del pobre diablo apuñalado. El hombre ciego tenía los miembros crispados, agarrotados y estaba medio caído.

Al soltar Nick la cerilla, todo se volvió a quedar en la oscuridad más absoluta, y oyó los últimos estertores del hombre apuñalado. Con un golpe sordo, el cuerpo cayó al suelo, y algo húmedo y caliente salpicó a Harper. Muerto de terror, Nick alcanzó a encender un nuevo fósforo. Los dos cuerpos estaban en el suelo, indudablemente, muertos.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Oscuros designios: Episodio 3


Poco a poco fueron entrando más viajeros. Delante de Nick, se sentó un hombre de unos cuarenta años, ataviado con una boina, fumando en pipa y con un pequeño bigote. El caballero saludó a Nick y a Madelaine antes de ocupar su asiento. Al minuto siguiente, entró una mujer, bastante regordeta, también de unos cuarenta años, ataviada con un sombrero. Saludó a los tres viajeros y, con algo de dificultad, se sentó en su asiento, delante del hombre de la pipa y la boina. A los pocos instantes, un hombre con perilla, vestido completamente de blanco entró en el vagón. El traje era muy elegante, pero no hacía juego con el sombrero que llevaba, negro, así como con unos anteojos que llevaba, completamente redondos y oscurecido, con patillas metálicas. Al sentarse y echarse hacia atrás, se le cayó el sombrero, en el asiento posterior, en el cual estaba sentada Madelaine. La bibliotecaria se sobresaltó, ya que había sacado un libro y se estaba intentando concentrarse en la lectura.

- Disculpe, señorita –El hombre se inclinó y recogió el sombrero del suelo, casi entre las piernas de Madelaine- Se me cayó... –Acto seguido, volvió a calarse el sombrero.

Furiosa, Madelaine tiró de su falda hacia abajo, quitándole las arrugas. Fulminó al estrambótico hombre con la mirada mientras se recolocaba un mechón de cabello pelirrojo detrás de la oreja. Volvió a bajar la mirada pero enseguida tuvo que colocar el dedo entre las páginas, pues le llegó hasta la nariz el fuerte olor a tabaco procedente del cigarro de Nick y la pipa del hombre de la boina, ya que la mujer regordeta había sacado un abanico y al agitarlo violentamente, provocaba que el humo fuera hacia la joven.

- Disculpe, ¿Le molesta que fume, señorita? –Nick la miró.

- No se preocupe –Madelaine se movió hacia la ventana y la abrió de par en par, buscando aire fresco. Aún así, Harper apagó el cigarrillo. Al levantar la mirada, Nick vio a una mujer que acababa de subir al convoy, bastante joven y muy guapa, que saludo a todos los viajeros antes de sentarse delante del excéntrico hombre del traje blanco y perilla.

Finalmente, un hombre con camisa y corbata subió al vagón. Parecía bastante nervioso, y agarraba su billete, buscando su asiento con la mirada. Finalmente, se sentó en el primer banco, el más alejado de todos los demás pasajeros.

Por fin, después de unos minutos, el revisor cerró las puertas. El maquinista hizo sonar la bocina un par de veces, lo cual hizo que la mujer del abanico lanzará un par de carcajadas nerviosas cada vez que la oía. Harper intentó no poner los ojos en blanco. Cada vez tenía más claro que estaba bastante fuera de lugar, rodeado de tanta gente con dinero.

- ¡Espera, espera! –El revisor dio unos golpes, para llamar la atención del maquinista –Todavía queda un pasajero.

sábado, 13 de diciembre de 2008

Oscuros designios: Episodio 2

A las once y media de la mañana, Nick ya estaba en la estación, esperando pacientemente la llegada de su tren. Sacudió la mano para apagar la cerilla con la que había encendido su cigarrillo y echó un vistazo por el andén, sin poder evitarlo. Al fin y al cabo, llevaba tres años vigilando por las calles de Londres. Metió la mano en el bolsillo y sacó el billete que le daba acceso a su asiento en el tren.

- Vaya, primera clase –Pensó, sacudiendo la ceniza- Parece que por fin los de la comisaría se han estirado. Aunque con la miseria de sueldo que me pagan, supongo que tendrán presupuesto de sobra para estas cosas...

El andén estaba abarrotado cuando por fin llegó el tren a la estación. Con un resoplido perezoso, el convoy frenó, levantando grandes nubes de vapor caliente. El día no era excesivamente caluroso para ser verano, aunque tampoco hacía frío. En general, podría decirse que la temperatura era agradable, lo cual la mayor parte de los londinenses agradecía.

- ¡Pasajeros al tren! –Llamó un revisor, con un gran mostacho. La muchedumbre comenzó a arremolinarse, entregándole los billetes al hombre, que los iba marcando según entraba la gente. Nick comenzó a avanzar hacia el vagón de primera clase, el situado justo a continuación de la máquina. Al alcanzar la puerta correspondiente, se comenzó a sentir un poco fuera de lugar. Las personas que estaban allí iban todas muy bien vestidas, con buenos trajes y las mujeres con unos peinados muy elaborados. En cambio, él iba vestido con una camisa y unos pantalones muy usados y una gabardina raída. Además, su aspecto dejaba bastante que desear, pues presentaba una descuidada barba de dos días, que provocó un par de miradas desdeñosas por parte de las mujeres. Encogiéndose de hombros, Nick entregó el billete al revisor, que al devolvérselo, le indicó amablemente dónde se encontraba su asiento.

Madelaine se colocó las gafas empujándolas con el dedo y entregó su billete al revisor. Acto seguido, entró en el vagón. Los asientos eran de madera forrada, y las paredes brillaban, pulidas y barnizadas. Buscó con la mirada su asiento y torció la nariz, al fijarse en el hombre desaliñado que iba a estar en el asiento del lado izquierdo del pasillo, a la misma altura que el suyo, que estaba en el lado derecho.

- Fíjate –Pensó para sí misma- Lo mira todo con la boca abierta, como si nunca hubiera montado en un tren. Y qué aspecto... Ugh... No se como puede viajar una persona así, con gente con clase como yo...

La bibliotecaria ocupó su asiento y le dedicó un gélido “Buenos días” a Nick Harper, el cual respondió al saludo con una inclinación de cabeza, antes de dar unos golpecitos en los cristales, como si no se terminara de creer que estuvieran allí. Por una vez, no pasaría frío en el tren.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Oscuros designios: Episodio 1

Hoy comienzo un nuevo relato que quiero compartir con vosotros. Sin embargo, en esta ocasión, me gustaría pediros que os olvidéis de la fantasía, de los elfos y enanos, y os trasladéis al Londres de finales del siglo XIX. Os invito a que disfrutéis conmigo de este terrible relato de terror. Recostaos en la silla, bajad las luces y comenzad a leer. Espero que lo disfrutéis.

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Londres, 16 de Junio del año 1891


Madelaine Monleón seguía llenando su maleta con efectos personales. No podía quitarse de la cabeza la sensación de angustia tras leer la carta de su abuelo Jeremías. En la misiva, le urgía a ir a Henley, a recoger un libro de tapas negras, de grandes dimensiones. Le pedía asimismo, que lo escondiera en la biblioteca donde trabajaba, allí en Londres. Lo más estresante para Madelaine era el tono de urgencia que salpicaba la carta, y, por encima de todo, las últimas líneas del escrito: “Por favor, sé muy discreta con este asunto, no comentes con nadie la existencia del libro ni muestres a nadie esta carta. Es un asunto de vida o muerte.”

Finalmente, se quitó las gafas y se acostó, inquieta, preocupada por su abuelo. Hacía años que no le veía, pues había pasado muchos años en España, estudiando. Sin embargo, Madelaine tenía un cariño especial por el anciano, pues era casi el único que en su familia le había tomado en serio cuando se interesó por los libros. Durante su estancia en España, Madelaine echó mucho de menos a su pariente.

Antes de dormirse, comprobó una vez más que tenía el billete para el tren de las doce con destino a Henley. Volvió a meterlo en el bolso de mano e intentó relajarse, pensando en sus queridos libros y la tranquilidad de su biblioteca. Al fin y al cabo, solo tenía que recoger un libro. No había nada que temer...

Unas cuantas manzanas más hacia el sur, Nick Harper tampoco podía conciliar el sueño. Por fin, después de tres años de servicio, patrullando las calles de Londres, había conseguido el ascenso al departamento de Policía Montada. Le habían destinado a Henley, que, según las informaciones que había logrado recabar, era un pueblo muy tranquilo, así que sería ideal para que comenzara con buen píe en su nuevo puesto. Nick se aseguró de llevar fósforos en su gabardina y apagó la luz, deseoso de llegar a Henley y poder montar sobre Black Arrow, su caballo, que, desde el día anterior, ya se encontraba en su destino.

jueves, 4 de diciembre de 2008

La Profecía: Episodio 8

- Fantástico, ahora cosas que vuelan –Rezongaba Bróderik para sus adentros, afilando furioso su hacha.

Lo cierto es que la moral del grupo estaba algo tocada. Apenas llevaban 10 horas allí, y habían perdido un compañero y las sillas se lanzaban hacia sus cabezas. ¿Qué sería lo próximo?

- ¿A vosotros como os convencieron de que vinierais a esta misión? –Rubénidas habló a todo el grupo- A mí el pregonero de Manifiesto me entregó una carta.

- A mí también.

- Y a mí.

Hubo un asentimiento general.

- Supongo que nos eligieron por nuestro aspecto –Dijo Eire- Quiero decir, que vamos armados, y parecemos fuertes, al menos comparados con el resto de habitantes de Manifiesto –Añadió al notar las miradas de todos- El caso es que ahora no podemos rendirnos, eso sería de cobardes.

Bróderik asintió. Parecía que ya había olvidado el mal trago del fantasma de Lord Arrakis y de su huída. Rubénidas estaba un poco más allá, a punto de volverse loco con el chirriar que provocaba el enano mientras afilaba su hacha, pues no podía concentrarse para repasar los conjuros de su libro. Los magos, en Mendeliah, el mundo que habitamos, necesitan estudiar a diario sus conjuros, pues en cuanto los lanzan, su conocimiento escapa de sus mentes y, por lo tanto, olvidan el hechizo de forma inmediata. Por ello, siempre tienen que cargar con pesados libros. Los druidas, sin embargo, obtienen el poder de la naturaleza, por lo tanto no tienen esa limitación, así como los hechiceros, que obtienen su poder del maná que flota en el aire, rodeándonos a todos. Los hechiceros simplemente canalizan ese maná. Por desgracia para ellos, eso provoca que el número de hechizos que dominan es muy pequeño en comparación con los magos, pues ellos pueden llegar a conocer cientos (tantos como escritos en su libro) y los hechiceros apenas conocerán un puñado de ellos.

La noche siguió avanzando, y dieron las tres de la madrugada. Cuando los ecos de la última campanada se disiparon, unas carcajadas fantasmales resonaron en la estancia, y una horrible voz se metió en los tímpanos de los aventureros.

- ¡OS LO ADVERTÍ! ¡AHORA, MORIREIS!

domingo, 30 de noviembre de 2008

Kartat´ch, Radiki y Abraxas: Episodio 8

- Chicos –Llamó Matzira- Venid aquí, estos dos –Señaló a Cubert y a Norry- Tienen algo interesante que contarnos.

Cuando se acercaron todos, Cubert comenzó a hablar.

- Bueno, quizá no hayamos sido todo lo sinceros que podríamos ser. En realidad no somos comerciantes, sino…

- Contrabandistas –Completó Norry- Ya sabéis, compramos cosas en tierras lejanas…

- Para venderlas aquí, más caras – Terminó Cubert- El caso es que vemos que os dirigís en la dirección en la que nosotros escondimos nuestras cosas. Es una tumba horrible, llena de monstruos y no podemos volver a por ellas. Nos gustaría pediros el favor de que nos ayudaseis a recuperarlas… -Terminó sin mucho convencimiento.

- ¿Qué clase de criaturas habitan en la tumba? –Inquirió Kartat´ch

- De todo –Se estremeció Norry- Realmente no las vimos muy bien, podrían ser solo kobolds, pero más bien parecían…

- Sombras –Terminó Cubert- Sombras que se desvanecían y se fundían con la oscuridad… Como si pertenecieran a ella…

Kartat´ch miró a sus compañeros de forma significativa. Todos recordaban la muerte de su compañero a causa de unas sombras.

- Está bien, guiadnos hasta la tumba.

Cubert y Norry se miraron, sorprendidos de que hubiesen accedido tan rápido. Tras un par de días de viaje llegaron a la tumba, que debió pertenecer a alguien importante en un tiempo remoto, ahora olvidado.

- Cuidad a los caballos –Gruñó Kartat´ch- Si al volver les ha pasado algo, os arrepentiréis.

Norry y Cubert tragaron saliva, y asintieron fervientemente con la cabeza.

Después de unos resbalones llegaron a la entrada de la tumba, la cual estaba sellada por una verja de hierro. Intentaron abrirla de diversos modos, hasta que Kartat´ch dio con la solución, al tirar de ella hacia arriba. Una vez el camino estuvo despejado, pudieron avanzar hacia el interior de la tumba.

Se encontraron con un pasillo oscuro, tan oscuro que Víctor tuvo que encender una antorcha para poder iluminar algo la estancia. El pasillo desembocó en una sala amplia, atravesada por un foso de 30 pies de ancho, sobre el cual pendía un puente de aspecto bastante seguro. Al otro lado se podían divisar dos túneles, uno a la derecha y otro a la izquierda, y entremedias, justo en frente del puente, una cara de color dorado, representando a una especie de demonio sonriente.

- Será mejor que crucemos el puente de uno en uno –Siseó Matzira- parece seguro pero nunca se sabe. Iré yo delante.

viernes, 28 de noviembre de 2008

La Profecía: Episodio 7

Al cabo de unos minutos, la puerta volvió a chirriar. Era Bróderik el que entraba de nuevo en el templo, después de haber salido despavorido.

-¡No me miréis así! -Broderik no miraba a ninguno a los ojos- No es que haya huido, ¡Eso es absurdo! Es que... hmmmm -Frunció el ceño- ¡Tenía que ir al baño!

Dicho esto, puso cara de satisfacción y comenzó a afilar su hacha, sentado en un rincón del templo, el más alejado que encontró del ataúd. Ni que decir tiene que ninguno en el grupo creyó la versión del enano. Todos estaban preocupados. La "sencilla misión" se había convertido en algo francamente peligroso. Apenas llevaban unas horas en el monasterio y ya habían perdido a uno de los miembros del grupo.

Todos dieron un bote cuando el reloj del campanario dio la una. Estremeciéndose, Bróderik continuó afilando el hacha, a pesar de que el resto estaba harto del sonido chirriante que provocaba.

Eire parpadeó. Volvió a parpadear.

-Chicos, ¿Están moviéndose las sillas?

No bien terminó de hacer la pregunta, una de las sillas se lanzó volando hacia su cabeza. Sin saber como, Eire logró partirla en dos con su espada antes de que la golpeara. Ragnar no tuvo tanta suerte, pues uno de los asientos se hizo astillas contra su frente. Lo único que le dio tiempo a decir fue: "Au...". Por su parte, Rubénidas logró saltar a un lado antes de que una de esas infernales sillas le alcanzaran.

- Por fin ha parado -Idril la druida se secó el sudor de la frente- ¿Estáis todos bien?

-!DETRÁS DE TÍ¡ -Advirtió Bróderik
Idril se giró. Detrás de la druida, la mesa de roble macizo volaba a gran velocidad hacia ella. Rogando a la naturaleza, Idril extendió violentamente los brazos ante ella, como para detenerla. Eire cerró los ojos, era imposible que una elfa pudiera aguantar el impacto de una mesa de mas de 200 libras de peso a toda velocidad. Cuando abrió de nuevo los ojos, Idril se miraba las manos, que aún brillaban levemente. A su espalda, la mesa estaba completamente partida en dos pedazos. A sus pies, había un pequeño montón de serrín. Gracias al poder de Obad-Hai, dios de la naturaleza, Idril había encontrado poder suficiente para transformar la parte central de la gran mesa en astillas y serrín, salvándose de ese modo de acabar aplastada.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Hoy, desde mi escritorio, lo que os tengo que contar es que me han regalado estos Besos. Me los ha regalado Marinel, y tengo que decir que estoy muy contento, que no se me ocurre que decir, porque no me esperaba que nadie me fuera a dar regalos y que se me da muy mal la improvisación.

MUCHAS GRACIAS MARINEL

Quiero, asimismo agradeceros a todos los que leeis mi blog, pues ya son más de 250 visitas, muchas más de las que me esperaba. Gracias a todos vosotros, así se hace más fácil escribir. También gracias a todos los que me dejais comentarios, espero estar siempre a la altura de vuestras espectativas.


Quiero dar este regalo a las siguientes personas:


- A Natacha (http://ylaluzsehizo.blogspot.com/)

- A Leznari (http://lezenlared.blogspot.com/)

- A Bea (La Rizos) (http://beabiofrutas.blogspot.com/)

Gracias a todos. En un día volveremos a tener de nuevo a nuestros héroes viviendo sus aventuras. Un saludo:

Elessar Linwëlin

martes, 25 de noviembre de 2008

Kartat´ch, Radiki y Abraxas: Episodio 7

- ¿Estáis todos bien? –Preguntó Kartat´ch- Déjame mirarte la pierna.

- No es necesario, estoy bien –Siseó Matzira, vendándose el mordisco.

Norry y Cubert por fin salieron de su escondite, después de asegurarse de que no había peligro. Víctor les lanzó una mirada desdeñosa. Por su parte, Abraxas estaba de nuevo sumido en sus propios pensamientos, después de envainar su arma.

- Es evidente que no podemos seguir aquí, a pesar de esta lluvia –Dijo el hechicero.

- No podemos irnos de aquí con los caballos, podrían romperse una pata –Le gruñó Kartat´ch.

- Joven amigo, ven aquí, que tengo que hablarte de aquellas monedas –Dijo Víctor a Abraxas, que enarcó las cejas, sorprendido. Radiki tuvo que hacer un esfuerzo supremo para no poner los ojos en blanco ante la poca discreción de su compañero.

- ¿Cómo te lo explicaría? Tienes que entender que Kartat´ch –Vociferaba en un tono tan alto que no hacía falta esforzarse por oír lo que decía- como mujer que es pues se preocupa de los animalillos y esas cosas. Si te soy sincero no sé que hace de aventuras por ahí, en vez de estar en casa fregando y barriendo. No creo que consigas hacer que mueva sus preciados caballos –Víctor puso una mueca- No se si me entiendes lo que te quiero…

Su frase se vio cortada por el impacto de su mochila contra su cabeza, que había arrojado Kartat´ch

- ¡Nos vamos! -Ladró- Pero como les pase lo mas mínimo a los caballos…

- ¡Os acompañamos! –Exclamaron al unísono Norry y Cubert.

Y así emprendieron el camino los siete, a través del oscuro pantano, internándose cada vez más y más. Avanzaban muy despacio debido a los caballos, pues se hundían en el fango y tenían muchos problemas para moverse. Parecían seguir una especie de plano que portaba Kartat´ch, que consultaban de vez en cuando. Durante el viaje se fueron conociendo un poco más.

- Joven mago –Dijo Radiki, dirigiéndose a Abraxas sobre los hombros de Víctor, pues el fango le llegaba hasta las orejas y no podía caminar- He observado que no necesitáis un libro de conjuros para lanzar vuestros hechizos.

- Así es, soy lo bastante poderoso como para no necesitar cargar con un estúpido libro, como tenéis que hacer vos, pequeño amigo –Contestó Abraxas, de malos modos, mirando el libro de conjuros del gnomo.

A Radiki no le debió sentar muy bien el comentario del hechicero, pues se cruzó de brazos y refunfuñó algo acerca de los hechiceros y su soberbia, al tiempo que le daba una coz a Víctor.

-¡EH! –Vociferó- ¡Como se te vuelva ocurrir sacudirme, te tiro al fango y ahí te las compongas!

- Está bien, entonces no eres un mago sino un hechicero, mi joven amigo –Dijo Radiki, intentando no parecer molesto- Lo que si me ha sorprendido es que no necesitas mover las manos ni pronunciar en voz alta el conjuro que quieras lanzar…

- Efectivamente, como te dije antes, soy lo bastante poderoso, en este caso como para no tener que vociferar mis conjuros.

Ante esta contestación, Radiki volvió a cruzarse de brazos, pero con tanto ímpetu que esta vez Víctor perdió el equilibrio y cayó de bruces al fango.

- ¡MALDITA SEA! ¿ESQUE NO PUEDES ESTARTE QUIETO UN MOMENTO? ¡SI YA SABÍA YO QUE NO ERA BUENA IDEA VIAJAR CON UN GNOMO! ¡ME CAGO EN LA LECHE! ¡ODIO LOS PANTANOS! –Bramaba con el puño en alto en dirección a Radiki, que había conseguido encaramarse a uno de los caballos.

Después de sacudirse la mayor parte del barro, se dirigió a Kartat´ch.

- ¿Has oído a Radiki? –Le preguntó- El chaval es capaz de hacer magia sin mover las manos ni pronunciar como él.

- Si que le he oído –Asintió con pesar.

- No me gusta un pelo –Víctor miró a Abraxas- Si te ataca un mago, por lo menos sabes que te va a hechizar porque se pone a gesticular y a vociferar palabras raras, pero el chico no tiene que hacerlo.

- Lo sé, es horrible –Dijo Kartat´ch, con tono de preocupación- Simplemente con mirarte puede hacer que revientes en mil pedazos, como el lobo de las ruinas. No puedes defenderte de eso…

sábado, 22 de noviembre de 2008

La Profecía: Episodio 6

El interior del monasterio era, como se podía intuir, muy pequeño. Apenas contaba con un par de aberturas en la pared, un nicho y un lugar apropiado para rezar. Al fondo, el grupo pudo distinguir el ataúd de Lord Arrakis. Éste se encontraba con la tapa abierta, dejando al descubierto al Lord, ataviado con una armadura brillante y una gran espada larga.
En medio del templo había una gran mesa de roble macizo, con varias sillas alrededor. Aprovecharon para hacer una comida a media tarde, aburridos de pasar tantas horas en el monasterio. No obstante, por desgracia para ellos, a media noche, el aburrimiento se terminó...
Cuando la última campanada resonó en sus oídos, una figura fantasmal comenzó a formarse por encima del ataúd. Todos se levantaron en el acto, sorprendidos por la repentina aparición. Lo más terrorífico de todo aquello, es que , a la luz de las antorchas del templo, dicha figura fantasmal era la viva imagen de Lord Arrakis.
- ¡Nunca conseguiréis mi corona! -El fantasma habló con una voz de ultratumba, que helaba el tuétano de los huesos -Marcháos de aquí si no queréis sufrir las consecuencias.
- ¡Un enano nunca huye, bastardo! -Bróderik había sacado el enorme hacha y hablaba señalando con ella al fantasma- ¡El que tendría que correr eres tú!
- ¡Cállate! -Susurró Naaron, agarrando al pequeño enano por un brazo -Nos matará a todos, no le enfades
- ¡Suéltame!
- Sea, vosotros lo habéis buscado...
Dicho esto, el fantasma se abalanzó hacia Naaron. El hombre quedó rodeado de una niebla espesa, a través de la cual se le veía borroso. Naaron intentó gritar, pero la niebla se introducía por su nariz y boca, impidiéndole hablar. Estiró el brazo intentando alcanzar a alguno del grupo, sin conseguirlo. Con gran angustia, Eire trató de alcanzarle, mas no tuvo tiempo. Cuando su mano estaba a punto de coger la rolliza mano de Naaron, éste desapareció, dejando tras de sí sólo una neblina en el punto en el que se había encontrado. Unas carcajadas fantasmales resonaron en la estancia.
- Y esto es solo una advertencia. ¡EL QUE SE QUEDE AQUÍ MORIRÁ!
En el grupo no sabían que hacer, comenzaron a correr como locos de un lado a otro, buscando a Naaron, llamándole por su nombre, pero no obtuvieron ninguna respuesta. Tan solo el sonido de sus ecos resonantes. A estos sonidos se unió el de la puerta del templo. Alguién no había podido aguantar más y había salido del monasterio...

viernes, 21 de noviembre de 2008

Kartat´ch, Radiki y Abraxas: Episodio 6

Los que se habían dormido tuvieron un despertar movido, pues a las 6 de la mañana comenzó a llover a cántaros.

- ¡Mierda! –Bramaba Víctor- ¿Por qué tiene que llover ahora precisamente?

Recogieron todo apresuradamente, cubriéndose con las capas para ir a refugiarse a una especie de templete que aún tenia un techo, en medio de aquellas ruinas.

- Estupendo, esperaremos aquí a que escampe –Dijo Radiki.

- ¿Nos vamos a quedar? –Preguntó Víctor- Deberíamos partir ahora mismo a… a…

Víctor le lanzó una mirada de soslayo a Abraxas y a los dos comerciantes mientras le decía a Kartat´ch, en un tono mucho más alto del necesario.

- Ven, que tengo que hablar contigo acerca de aquellas monedas.

Comenzaron a hablar en cuchicheos. Al menos, Kartat´ch lo hacía, a Víctor se le podía oír sin ninguna clase de problema, a pesar de la lluvia que caía más allá del techo bajo el que se habían cobijado.

- Deberíamos contárselo al chico –Dijo, mirando a Abraxas- Ya has oído al gnomo, es un mago y nos vendría bien tener otro.

- No podemos fiarnos de él, no le conocemos de nada -Kartat´ch negaba con la cabeza.

- Pero aún así, no podemos dejar pasar una oportunidad así…

Súbitamente, entre los gemidos del viento entre las ruinas, distinguieron los aullidos de unos lobos.

- ¡Lobos! – Chillaron Norry y Cubert al unísono mientras se abrazaban el uno al otro, corriendo a esconderse detrás de una columna.

Mientras el grupo desenvainada sus espadas, Abraxas había hecho lo propio, un lobo descomunal se lanzó al interior de las ruinas, y antes de que nadie pudiera reaccionar, se abalanzó sobre Matzira, mordiéndola en una pierna y derribándola. La mujer soltó un alarido de dolor, incapaz de ensartar al lobo con su lanza. Súbitamente, el lobo salió despedido, dando tumbos y soltando un gañido. Radiki miró hacia a Abraxas y vio cómo sus ropas ondeaban ligeramente, como si acabara de cesar un vendaval. Víctor aprovechó ese momento para descargar su trabuco sobre el lobo, rematándole en el acto. No obstante, eso no bastó para que se relajaran, pues en ese mismo instante aparecieron dos nuevos lobos, sedientos de sangre, que se lanzaron hacia Víctor, que ya había guardado su trabuco, y hacia Radiki. Víctor alcanzó a desviar al lobo de un empujón, pero la bestia que atacó al gnomo consiguió darle unos cuantos mordiscos al mago. Por si esta situación no fuera lo suficientemente mala, otros dos lobos hicieron acto de presencia, de los cuales, uno se dirigió a Kartat´ch, mordiéndole el brazo salvajemente. La bárbara, sin inmutarse si quiera, alzó su mandoble y lo hundió en la espalda del lobo, acabando en un instante con él. Víctor, por su parte, se encaró a otro de los lobos, al que ensartó con su sable, partiéndolo en dos de un solo tajo. Mientras, Radiki seguía con serios problemas para apartar al lobo de su cuello, pues no podía concentrarse para lanzarle un conjuro que acabara con él. Sin embargo, no hizo falta, pues de repente, la bestia salió despedida 15 pies dando tumbos y golpeándose contra la pared del fondo, sin duda, muerta. Radiki miró a su alrededor, aturdido, cuando vio que de nuevo las ropas de Abraxas ondeaban por si solas. El último lobo se dirigía hacia los dos comerciantes que se habían escondido. Cada vez estaba más cerca, comenzó a correr y saltó hacia ellos, con la intención de devorarlos. Por suerte para Cubert y Norry, Matzira arrojó su lanza y consiguió clavársela a la bestia en un costado. Con un gañido, cayó al suelo, y se arrancó el arma de un mordisco, dispuesto a atacar de nuevo. Kartat´ch y Abraxas se lanzaron a la carrera para evitar que el lobo pudiera saltar de nuevo. Le golpearon con sus espadas ambos a la vez, con tan mala fortuna que sus armas entrechocaron entre si. Los dos aventureros cruzaron sus miradas con un relampagueo de odio por un instante. El lobo pareció recapacitar y comenzó a recular, intentando huir al verse solo. No obstante, no pudo ir muy lejos, pues cuando apenas había avanzado una decena de pies, un rayo de energía surco el aire entre Radiki y la bestia, partiéndola en dos. La batalla había terminado.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

La profecía: Episodio 5

Por fortuna, el grupo de aventureros pudo pasar el resto de la noche sin más amigos peludos indeseables. Poco más de una hora después de ponerse en camino, finalmente localizaron el monasterio, en un claro por el que la luz de la mañana se filtraba perezosamente. Como aún tenía tiempo, Idril se internó en el bosque para buscar alguna baya con la que curar a Dûnnor, pues el pobre aún se lamía las heridas del lomo, aunque cuando su dueña lo miraba, se erguía orgulloso. Al poco rato volvió a reunirse con sus compañeros, que miraban con curiosidad el monasterio. Era muy pequeño, seguramente apenas tendría una cámara principal y unos pocos nichos en los laterales.
Al poco tiempo, llegó el mayordomo de Lord Arrakis II, como el mismo se encargo de anunciarse.
- Vaya, vaya. Estoy muy impresionado. Habéis llegado todos, de una pieza, en el plazo indicado. En fin -Se aclaró la garganta- Esto nos plantea un pequeño problemilla. Como supongo que os imaginareis, vuestra misión, por supuesto, tiene una pequeña recompensa, aunque vayamos por partes -Desenrolló un pergamino y comenzó a leer- Vuestra misión consiste en salvaguardar el cadáver del difunto Lord Arrakis. Es interés de su hermano, Lord Arrakis II que esta misión se lleve a cabo con seriedad. Debéis velar el cuerpo y protegerlo durante lo que queda de tarde y toda la noche, hasta que mañana por la mañana llegue la comitiva fúnebre dispuesta a llevarse el cuerpo para prepararlo para darle sepultura. -Levantó la cabeza- ¿Alguna pregunta hasta aquí? Bien, sigamos pues. -Volvió a centrar la mirada en el pergamino - La recompensa es una corona que el mismo Lord portaba. Como, evidentemente, no podemos partirla, estableceremos una norma. El que salga del monasterio por cualquier razón, será excluido del premio. Yo personalmente vigilaré que se cumpla. Por último, si varias personas finalizan la misión con éxito, se les entregará el valor de la corona en piezas de oro repartidas equitativamente.
- Bien, no parece muy difícil -Naaron parecía especialmente aliviado.
- Muy bien, pues si no hay ninguna pregunta, tenéis 10 minutos para entrar en el templo -Les indicó el mayordomo- Un momento... ¿Dónde está el enano?
Bróderik no estaba por ninguna parte. Después de unos minutos buscándolo entre los árboles, se dieron por vencidos. El testarudo enano no aparecía. No se explicaban dónde se podía haber metido, hacía solo unos instantes, estaba con ellos.
- ¿Venís o voy a tener que esperar toda la mañana? -Bróderik estaba en la entrada del templo, con cara de aburrimiento, apoyado en su hacha.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Kartat´ch, Radiki y Abraxas: Episodio 5

- Supongo que deberíamos presentarnos, nosotros somos Cubert Tiraprecio…

- Y Norry Tuercesendas. –Terminó el enano.

- Nosotros somos Víctor –Dijo el de la capa roja, señalándose a sí mismo.

- Radiki – Saludó el gnomo.

- Matzira –Siseó la mujer salvaje

- Y yo soy Kartat´ch –Susurró peligrosamente la bárbara.

- ¿Y vos, pequeño amigo? ¿Quién sois? –Preguntó Radiki dirigiéndose a Abraxas.

- Mi nombre es Abraxas –Dijo simplemente el aludido. Parecía de pocas palabras.

- Bueno, bueno –Cubert se frotó las manos después de un silencio tenso – Después de las presentaciones, ¿que tal si cenamos? No tenemos mucha comida, solo un par de conejos.

- Uno –Gruñó Abraxas, pues se había zampado uno de los dos que tenían a asar.

- No os preocupes- Dijo Kartat´ch- Aún tengo provisiones. Son de la mochila de Luthir.

Una sombra cruzó por los rostros de los cuatro viajeros mientras tomaban asiento con los tres desconocidos.

- ¡Eh! Dijisteis que no quedaba comida. –Vociferó Víctor.- ¡Pensé que pronto iba a tener que comer sapos!

Kartat´ch, por toda respuesta entrecerró los ojos y resoplo, arrojándole a la cara su ración de comida.

- ¿Y que os trae por aquí, mis nuevos amigos? –Preguntó Radiki.

- Nosotros somos unos simples… -Comenzó Cubert.

- Comerciantes. –Finalizó Norry- Ya sabéis, vamos de acá…

- Para allá, rob… quiero decir, comprando y vendiendo mercancías… -Balbuceó Cubert.

- ¿Y vosotros, a que os dedicáis?

- Somos aventureros –Dijo Radiki- También vamos de allá para acá, viviendo aventuras.

- Menos mal, por un momento pensé que erais mercenarios –Norry suspiro, pasándose la mano por la frente.

- ¿Acaso hay alguna diferencia? –Susurró Kartat´ch, dejando paralizados a Cubert y Norry.

Radiki hacía tiempo que miraba a Abraxas con curiosidad. Finalmente, se dirigió a él.

- Abraxas –El aludido se giró hacia él- ¿Tu a que te dedicas?

- Soy un simple viajero.

- Y por lo que veo eres capaz de hacer magia, ¿Verdad?

- Te equivocas por completo, gnomo. –Negó Abraxas.

- Vaya, pues el maná que fluye a tu alrededor, me dio la impresión de lo contrario. Di la verdad, amigo, eres mago ¿verdad?

Ante este argumento, Abraxas no tuvo más remedio que asentir. Pasaron charlando unos cuantos minutos más antes de irse a dormir, pues estaban extenuados. No obstante, ni Abraxas ni Kartat´ch conciliaron el sueño, ocupados vigilando al resto de personas.

sábado, 15 de noviembre de 2008

La profecía: Episodio 4

- ¡Lobos! - Chilló con voz aguda Naaron, escondiéndose detrás de Rubénidas el mago, gesto un poco absurdo, pues estaba lo suficientemente rollizo como para que se le viera detrás de él.
Efectivamente, desde la espesura tres lobos se habían acercado al oler el delicioso aroma de la cena. Pronto rodearon al grupo, el cual se aprestó a amartillar las armas, no muy seguro de qué iniciativa tomar con estos animales. Bróderik fue el encargado de sacarles de dudas, pues con un balanceo mortal de su hacha se dirigió corriendo hacia las fieras, que ya enseñaban los dientes, dispuestas a saltar en cualquier momento. El arco mortal del hacha enana alcanzó en pleno costado a uno de los lobos, que aulló de dolor. Inmediatamente, los otros dos se lanzaron al ataque, uno se lanzo a por Idril, la druida y otro a por Eire, la bárbara. La imponente mujer no tuvo problemas en zafarse del ataque del animal, pero Idril, de no ser por Dûnnor, su lobo, habría tenido problemas. Dûnnor se enfrento a su congénere, enseñándole los dientes, gruñendo y finalmente, al no ceder el intruso, se lanzó al ataque, agarrando por el cuello al lobo rival.
Rubénidas movió ligeramente las manos, señalando al lobo que acosaba a Eire, pronunció unas palabras y un pequeño proyectil, del tamaño de una avellana y de color azul intenso fue a impactar con una tremenda velocidad contra el animal, lanzándolo a varios pies de distancia.
Unos pocos golpes más tarde, los lobos restantes comprendieron que no tenían nada que hacer, y emprendieron la huida, con el rabo entre las piernas y más hambrientos aún si cabe.
- ¿Estáis todos bien? - Eire preguntó, secándose la sangre del brazo.
- Dûnnor no demasiado -Idril acariciaba a su lobo- Se ha llevado un par de mordiscos. Bróderik, eres un inconsciente, ¿Cómo te lanzas así al ataque?
- Es mi manera de ser, elfa -Broderik contestó con un gruñido- Mi mayor anhelo es morir en batalla, contra un enemigo poderoso, es por ello por lo que no puedo dejar pasar ningún combate, por nimio que sea, de no ser así, los dioses pensarían que soy un cobarde y me negarían mi apacible descanso... -Se recostó contra un árbol y entrecerró los ojos.
Idril entrecerró los ojos, pensando que era absurdo arriesgar de esa manera, mientras que los bárbaros, Ragnar y Eire, asintieron con la cabeza, entendiendo las motivaciones del enano.
- Ya puedes salir de detrás de mi -Rubénidas empujó a Naaron- Quizá debamos intentar dormir un poco más, ya es tarde y si no, mañana no podremos ni con los calcetines.
A todo el mundo le pareció una propuesta sensata, asi que intentaron descansar lo mejor que pudieron, atentos a cualquier ruido que pudieran escuchar, pensando en la misión que les esperaba al día siguiente en el monasterio.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Kartat´ch, Radiki y Abraxas: Episodio 4

Radiki no pudo reprimir un suspiro al oler el olor del conejo, chisporroteando en el fuego. Desgraciadamente para él, los que estaban alrededor de la hoguera le oyeron.

- ¿Has oído eso, Norry? –Dijo Cubert, llevándose una mano a la espada.

- ¿Has traído a tus amiguitos, querido desconocido? –Preguntó Norry, girándose despacio hacia Abraxas- ¿Para que nos ataquen, roben y maten mientras estamos desprevenidos y desarmados? –Añadió. Al caer en la cuenta de lo que acababa de decir, comenzó a buscar su espada corta frenéticamente, con los ojos desorbitados. – ¡Te dije que no era buena idea dejarle cenar con nosotros, Cubert!

Abraxas únicamente negó con la cabeza con gesto de suficiencia, soltando su ración de conejo y poniéndose tenso. Finalmente Norry, encontró su espada corta y la amartilló, en tensión, esperando un ataque en cualquier momento. Finalmente, después de unos instantes, vieron una sombra cruzar una abertura de las ruinas, corriendo agachada. Cuando le quedaban unos pies para terminar de cruzar, tropezó con una piedra y cayó cuan largo era, soltando una maldición y un juramento. Se levantó de un salto y se dirigió hacia el claro, desenfundando un trabuco y apuntando a los otros tres, que se levantaron a su vez, mirando al hombre con la capa roja.

- Buenas noches, caballeros –Dijo Víctor, jadeando ligeramente.- ¿Qué hacen tres personas como vosotros en un claro como este, perdido de la mano de los dioses, en una noche así?

- Lo mismo os podríamos preguntar a vosotros –Dijo Norry- ¿Te ha guiado tu amiguito?-Añadió señalando a Abraxas.

- ¿Amiguito? - Víctor enarcó las cejas- A ese no le conozco de nada. Mis amigos están detrás de mí, esperando una señal mía para entrar aquí. –Señaló con el pulgar sobre su hombro.

- Si, claro, nosotros también tenemos muchos amigos en el bosque- Dijo Cubert.

- ¿Qué bosque? – Susurró Norry, dándole un codazo en la cintura- Estamos en una ciénaga.

En este instante, los compañeros de Víctor entraron en el claro que dejaban las ruinas blancas, Radiki, el gnomo mago portando su bastón, Matzira, la mujer salvaje, con su lanza de dos filos y Kartat´ch, la imponente bárbara, llevando a los caballos con mucho celo.

- Bueno –Dijo Cubert, intentando sonreír despreocupado.- Supongo que no habrá problema en que nos sentemos todos a cenar juntos como buenos amigos. ¿No?

Por toda respuesta, Víctor bajó el arma, lo que tranquilizó de sobremanera a Cubert y a Norry. Abraxas, que se había limitado a observar en silencio también se relajó un tanto. No le gustaba la compañía y menos de humanos avasalladores y altaneros como ese hombre de la capa roja.

martes, 11 de noviembre de 2008

La profecía: Episodio 3

Todos avanzaban más o menos en silencio. Más o menos porque el enano Bróderik parecía un pequeño tanque, con su respiración pesada y sus machaconas botas golpeando el suelo.
- Mi querido amigo -La elfa Idril se dirigió a él, poniéndole una mano en el hombro- Por favor, intenta hacer menos ruido, no queremos atraer hacia nosotros a todas las bestias del bosque.
Dûnnor, su lobo, gruñó entre dientes, provocando que Naaron decidiera que un par de metros más de separación entre ellos no estaría de más. Por su parte, Bróderik masculló algo acerca de los elfos e intentó hacer menos ruido. Ni que decir tiene que fracasó estrepitosamente.
Eire y Ragnar parecían haber congeniado bastante bien y se encontraban un poco más adelantados, intercambiando historias. Finalmente, algo cansado, Rubénidas se dirigió al grupo:
- Chicos, la noche se nos ha echado encima, quizá deberíamos acampar y pasar la noche - Sacó un mapa que les había entregado el hombre que les leyó su cometido. -Según el mapa del mayordomo de Lord Arrakis II, ya hemos recorrido más de la mitad del camino.
- Si, si -Naaron sacudió la cabeza expresivamente.- Hagamos una hoguera a un lado del camino.
La elfa torció el gesto al oír estas palabras. Idril era una druida en busca de la aprobación del Gran Druida. Es por ello por lo que estaba viajando en este instante. Como elfa, amaba los bosques, y como druida ansiaba protegerlos. No obstante, su sentido común la empujó a no crear conflictos entre ellos y a ayudar a recoger leña seca, disculpándose con el alma del bosque.
Una vez la hoguera estuvo crepitando en la oscuridad, la bárbara Eire se encargó de asar unos conejos que ella misma había cazado. Rubénidas, por otra parte estaba inmerso en la lectura de su libro de conjuros.
- Vaya amigo, que leéis. -Naaron se inclinó sobre el libro, intentando ver algo- ¡Magia! Sois un mago pues.
- Efectivamente -Contestó molesto Rubénidas- Necesito estudiar mis conjuros a diario, de lo contrario no podría lanzar ningún hechizo. Es muy importante para mi, pues, poder concentrarme en mi estudio por lo que si...
- ¿Qué ha sido eso? - Ragnar se puso tenso de repente- ¿Lo habéis oído?
- Dios mio, mirad -Naaron señalaba a la espesura, desde donde seis pares de ojos rojizos les miraban desde el cobijo de la oscuridad.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Kartat´ch, Radiki y Abraxas: Episodio 3

No muy lejos de allí, el grupo seguía avanzando, intentando no pensar en la reciente muerte de su compañero, al que habían enterrado en un montículo. Kartat´ch guiaba a los caballos por la traicionera senda del pantano, cuidando de ellos para que no sufrieran daños en las patas. De repente la bárbara se irguió un poco, intentando escuchar en la noche. No muy lejos de allí se oían voces, unas tres, que parecían reír y charlar. Matzira y Radiki también lo habían oído.

- Deberíamos acercarnos a ver quien es –Dijo Víctor.

- No –Negó Kartat´ch- Los caballos podrían herirse.

- Pero podrían tener comida –Gimoteó Víctor, hambriento como siempre- Ya se nos han acabado las provisiones.

- ¿Y si son hostiles? –Inquirió el gnomo Radiki.

- No os preocupéis –Intervino, con su extraño acento, Matzira- En este pantano hay muchos sapos, tendremos comida de sobra.

Víctor hizo un gesto como si vomitara a espaldas de la mujer salvaje. Finalmente, los cuatro decidieron acercarse, pero poniendo todas las precauciones posibles. Lástima que el concepto de precaución no fuera el mismo para todos, puesto que Radiki iba resoplando mientras avanzaba por las sombras, Matzira trepaba peñascos para resbalar y caer con un golpe pesado y un tintineo de su lanza, y Víctor… Digamos que no tenía mucho sentido de la precaución.

- ¡Mierda! He tropezado con una maldita piedra. ¡Que daño! –Maldecía por el camino, mientras resbalaba en la gravilla del camino a la luz de la luna.

La única que avanzaba en completo silencio, a pesar de ir guiando a los caballos, Tozudo, Montaña y Yunque era Kartat´ch. Finalmente llegaron a las ruinas, blancas como la nieve, pues allí era donde se dirigían. Estaban todos agachados, mirando a lo que parecían dos humanos y un enano, pues Cubert y Norry habían invitado amablemente a cenar a Abraxas, el que se encontraba, huraño, apoyado contra una roca, comiendo un pedazo de conejo.

domingo, 9 de noviembre de 2008

La Profecía: Episodio 2

Ninguna de las personas reunidas en la puerta de Manifiesto parecía muy predispuesta a la conversación, lo cual es normal, pues eran extraños muy dispares entre sí. Al poco tiempo de este incómodo silencio, se acercó a ellos un hombre enjuto, de rasgos suaves. Vestía ropas finas y en la mano portaba un pergamino. Hizo un asentimiento con la cabeza y se aclaró la garganta:
- Muy bien, veo que sois puntuales y que ya estáis todos aquí. -Dijo con una voz agradable- Eso os servirá para vuestra primera parte de vuestra misión. -Desenrolló el pergamino- Ésta consiste en que debéis alcanzar el monasterio que está en la profundidad del bosque antes de mañana al medio día. Está anocheciendo, lo que os otorga unas 15 horas para cumplir vuestro objetivo. Una vez allí os daré más instrucciones. Por supuesto, todo aquel que no se encuentre allí a la hora indicada, no podrá proseguir con la misión. Buena suerte.
Cuando acabó de leer el pergamino, volvió a enrollarlo y lo guardó dentro de su túnica, dirigiéndose a un carromato que había en las cercanías, seguramente para llegar a su destino antes que los "invitados" a su prueba.
- Quizá deberíamos presentarnos -Dijo el hombre sentado en la piedra con voz profunda- Yo soy Ragnar, vengo de las estepas del norte.
- Es un placer, amigo -Contestó la elfa, aún acariciando al lobo- Yo soy Idril, aunque yo no vengo de ningún sitio concreto como vos.
- Mi nombre es Eire -Dijo la mujer de rasgos duros- Vengo desde una región cercana a esta.
- Yo soy Bróderik -Vociferó el enano de la cresta- Yo vengo desde el Paso de Dúvik- Continuó golpeándose el pecho con un puño
- Mi nombre es Naaron -El hombre gordito se secó el sudor con su gran pañuelo, entrecerrando los ojos, molesto con las voces del enano. -Yo vivo aquí, en Manifiesto.
- Yo soy Rubénidas, voy de un lado a otro, viajando sin rumbo fijo -Finalizó las presentaciones el mago.
- Quizá deberíamos ir juntos al monasterio -Dijo con voz ansiosa Naaron, sin separarse del pañuelo- Así, bueno, quiero decir...
- Vamos que tienes miedo de ir solito por el bosque -El enano estalló en carcajadas- No te preocupes, iremos todos juntos.
Nadie pareció oponerse a la idea, por lo que en unos minutos, todos se pusieron en marcha y se internaron en el bosque de Manifiesto, dispuestos a iniciar su aventura.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Kartat´ch, Radiki y Abraxas: Episodio 2

- Hoy

El estomago de Abraxas se quejaba sin cesar. Hacía dos días que no comía nada y el hechicero comenzaba a notarlo. Llevaba una semana vagando por aquel pantano, en el que sus botas se hundían hasta los tobillos sin que él pudiera hacer nada. Su situación no habría sido tan mala de haberse encontrado en casi cualquier otro lugar, no obstante, se encontraba allí, y, desgraciadamente, en ese pantano los animales eran muy escasos y, por lo tanto, difíciles de seguir y cazar, debido al terreno lóbrego y húmedo.

Al anochecer, divisó una colina, en cuya cima se divisaban unas ruinas blancas como la nieve, de un aspecto un tanto estremecedor, a la que comenzó a dirigir sus pasos, dispuesto a pasar allí la noche, ya que parecía un terreno bastante seco y confortable, después de todo, al viajar por un pantano durante tanto tiempo, cualquier lugar es mejor. Conforme se acercaba, alcanzó a distinguir unas voces joviales, que reían y charlaban. El estomago del hechicero dio un vuelco al olfatear el olor de un conejo asándose. Abraxas se agacho y se movió lo más sigilosamente que pudo, acercándose por detrás a las dos personas que allí se encontraban, rodeadas por las ruinas Se trataba de un enano y de un humano.

- Te dije que no fue buena idea dejarlo todo allí, Cubert- Decía el enano. - No te preocupes, al fin y al cabo, nadie lo tocará… - Dijo el humano, encogiéndose de hombros.

Abraxas escuchaba la conversación cada vez más hambriento, temeroso de dejarse ver, ya que podrían tomarle por un bandido y atacarle, e incluso matarle. Finalmente, el hechicero optó por conjurar unas llamas a las que hizo aparecer más allá de la hoguera, con la esperanza de distraer lo bastante a esos dos, como para poder robarles uno de los dos conejos que estaban asando.

- ¡Cubert! –Bramó el enano con los ojos muy abiertos por la sorpresa- ¿Qué demonios es eso? ¡Es la Dama de la Noche! ¡Estamos perdidos!

- Tranquilo Norry –Le tranquilizó el hombre- Es un conjuro, ya lo he visto antes, no puede hacernos daño. Está claro que alguien nos está espiando.

Ambos comenzaron a buscar por toda la extensión de las ruinas con la mirada, hasta que la mirada de Norry se posó exactamente donde estaba escondido el hechicero Abraxas.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

La Profecía: Episodio 1

Rubénidas le daba vueltas al papel que ese chiquillo zarrapastroso le había dado. Volvió a abrirlo y lo leyó:

- Estimado viajero: Por la presente, se le convoca en la puerta norte de Manifiesto a medio día para ser participe de una misión-concurso. Se le darán más detalles en el punto indicado.

Fdo. Lord Arrakis II.


Era un tanto extraño recibir una misiva de esta índole, ya que lord Arrakis había muerto solo el día anterior, por lo que la firma de la misiva solo podía pertenecer a su joven hermano. Finalmente la curiosidad pudo con el mago y se dirigió hacia la puerta indicada. Se sorprendió un tanto al llegar, pues por lo visto no era el único convocado. En la puerta había reunido un grupo de lo más variopinto. Apoyada en la cerca de madera había una imponente mujer, de facciones duras; sentado un poco más allá, encima de una piedra, se encontraba un hombre enorme y con una constitución atlética. Agachada junto a su lobo, se encontraba una elfa, de finos rasgos, sin hacer caso al hombre que lanzaba miradas nerviosas al animal mientras se secaba el sudor con un gran y ostentoso pañuelo. Este hombre parecía tener cierta posición social, pues vestía muy buenas ropas. Finalmente, un poco más apartado de todo el mundo estaba un enano con una cresta naranja enorme encima de su cabeza. Dicho enano llevaba el torso desnudo y pasaba el pulgar con dulzura por el filo de un hacha gigantesca.

- Menudo grupo de gente extraña se ha reunido aquí –Pensó Rubénidas.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Kartat´ch, Radiki y Abraxas: Episodio 1

- Hace 5 días.

El grupo dormía. Había sido una jornada muy dura, así que, acamparon bajo un cielo estrellado, dejando a Víctor de guardia. La noche avanzaba y Víctor ya no podía más, se le cerraban los ojos. Estiró las piernas y dio un pequeño paseo para evitar dormirse. Después de avivar el fuego para que no se apagase, volvió a su puesto de vigilancia, dispuesto a continuar con su turno. No obstante, poco a poco los ojos se le fueron cerrando…

En unos escasos instantes, tres figuras aparecieron por entre las sombras, como si pertenecieran a ellas. Eran una mujer, con un tatuaje en el cuello y dos figuras encapuchadas, que inmediatamente comenzaron a registrar las mochilas y los zurrones del grupo de 5 aventureros. Parecían buscar algo concreto, pues no se iban guardando nada. Mientras Víctor se removía en sueños, una de las bolsas de monedas resbaló de la piedra donde estaba y cayó al suelo, dejando oír un tintineo. Luthir, se incorporó de inmediato, pero antes de que pudiera proferir ningún sonido, la daga de la mujer le atravesó la garganta, hiriéndole de muerte. El sonido del cuerpo de Luthir al golpear el suelo bastó para despertar al fin a Víctor, que se echó mano al sable, mirando la daga ensangrentada que portaba la mujer que acababa de asesinar a su compañero. Después de mantenerle la mirada por unos instantes, la mujer y las dos sombras se volvieron a fundir en la noche, antes de que nadie pudiera reaccionar.