miércoles, 17 de diciembre de 2008

Oscuros designios: Episodio 4

Efectivamente, cuando Madelaine se asomó, el revisor estaba ayudando a un hombre muy anciano a subir al vagón. Los anteojos oscuros y el bastón que llevaba hicieron saber a los ocupantes que el nuevo pasajero era ciego. Era muy alto, enjuto y arrugado. Además, la ceguera no parecía ser su única minusvalía, pues andaba tambaleándose con mucha dificultad, arqueando el cuerpo, muy rígido. Dio un par de golpes por el suelo mientras buscaba un asiento con la ayuda del revisor, hasta que se sentó justo enfrente del hombre nervioso, el cual torció el gesto, visiblemente disgustado por la compañía, pues el primer banco del vagón, donde estaban sentados, los dos bancos se miraban, así que no tenía más remedio que mirar al hombre ciego sentado enfrente de él. El resto de viajeros lo único que veía eran las espaldas de los demás, pues los bancos eran individuales.

Por fin, al cabo de unos instantes, el tren se puso en marcha. La gente del andén saludaba a los viajeros. Nick se recostó en su asiento, intentando relajarse. Tenía por delante una hora larga de viaje. Madelaine le miró con desaprobación antes de volver a centrarse en su libro. Sin embargo, a los pocos instantes, tuvo que parar, pues el caballero del traje blanco sentado delante de ella, agitaba la cabeza al ritmo de las ruedas del tren, siguiendo el sonido, poniendo a la bibliotecaria de los nervios. No podía creer que tuviera que estar compartiendo tren con ese desarrapado y con el hombre sentado delante de ella, que, evidentemente, estaba mal de la cabeza.

El tren continuaba su marcha a siguiendo los raíles, traqueteando. Por quinta vez, la bibliotecaria Madelaine tuvo que interrumpir la lectura de su libro, pues acababan de entrar en un túnel y la oscuridad se hizo absoluta. De pronto, un terrible aullido de dolor atravesó los oídos de los pasajeros, que quedaron sobrecogidos. El tren frenó bruscamente, provocando que los ocupantes de los asientos salieran despedidos hacia delante. Nick se golpeó en la frente, haciéndose una fea herida que comenzó a sangrar.

- Mierda –Masculló- ¿Están todos bien? ¿Me oyen? Joder, que gilipollez –Nick metió la mano en su gabardina y buscó los fósforos. Cuando consiguió encenderlo, vio a la señorita Madelaine en su asiento, pálida y con las gafas descolocadas.

- Estoy bien, gracias –Musitó, intentando colocarse las gafas.

Un poco más adelante, el hombre de la pipa y la boina estaba bien también, solo se había roto las gafas, haciéndose un pequeño corte en la mejilla. Nick se quemó los dedos al terminar de consumirse la cerilla. Con una maldición encendió otra y continuó avanzando por el vagón. La mujer regordeta del abanico parecía estar bien también, y la mujer joven, agarrándose el brazo le dijo que no se preocupara, que estaba bien. La cerilla se consumió de nuevo. Nick avanzó un par de pasos dispuesto a preguntar al hombre ciego y al hombre de la corbata mientras sacaba un nuevo fósforo. Cuando lo consiguió encender con las manos aún temblorosas del susto al haber escuchado el terrible alarido, lo que iluminó el pequeño globo de luz le sobrecogió. Con un grito, Harper soltó la cerilla y trastabilló un poco. Lo que había visto no se le olvidaría jamás, se quedaría con esa imagen clavada en su mente por el resto de sus días. Agarrado con una mano, Nick encontró colgando del cable de frenada de emergencia del tren al hombre de la corbata, con la boca abierta en un aullido mudo. En su pecho, un puñal con la empuñadura adornada con una serpiente. Pero lo peor de todo, si algo podía ser peor, era que el hombre ciego estaba agarrado a la cintura y la corbata del pobre diablo apuñalado. El hombre ciego tenía los miembros crispados, agarrotados y estaba medio caído.

Al soltar Nick la cerilla, todo se volvió a quedar en la oscuridad más absoluta, y oyó los últimos estertores del hombre apuñalado. Con un golpe sordo, el cuerpo cayó al suelo, y algo húmedo y caliente salpicó a Harper. Muerto de terror, Nick alcanzó a encender un nuevo fósforo. Los dos cuerpos estaban en el suelo, indudablemente, muertos.

4 comentarios:

Marinel dijo...

Elessar, dos mejor que uno...¿eh?
Me recuerda este relato a aquellos que leía yo de jovencita de Agatha Christie, donde todo era un misterio hasta el final...
En suspense me dejas, como siempre.
Sabes atrapar en tus relatos.
Besos.

Pedro Estudillo dijo...

Esto se va calentando. La acción ya está servida, ahora a ver como sales de ésta.
Espero impaciente.
Un abrazo.

Leznari dijo...

Guauuuu, guauuuu, guauuuuu...
me encanta, esta historia promete!!!
Felices fiestas y un cariñoso beso elessar.
LEZ

Ziran dijo...

Wow!!! La tensión sube por momentos! A seguir leyendo!!! Menuda angustia el tener que ir encendiendo los fosforos poco a poco.... wenos recursos!

A por el siguiente!

Seika