miércoles, 18 de marzo de 2009

Oscuros designios: Episodio 9

Madelaine soltó un suspiro de alivio cuando salió de la biblioteca y el carruaje seguía esperando. Se montó y le indicó al cochero la dirección de su abuelo, en Henley. Madelaine se sentía un poco como las protagonistas de las novelas que leía en el trabajo... Aunque no estaba segura de que eso le gustase, ya había tenido demasiadas emociones por un día. Cuando pasaban al lado de la comisaría, se arriesgó a echar un vistazo. Sin embargo, no fue a Harper a quién vio, sino a la señora Jameson. Hizo parar al cochero.

- ¡Señora Jameson! –Llamó. Catherine Jameson giró la cabeza al oír su nombre y se colocó mejor el sombrero, acercándose al carruaje- Usted también iba a Henley, ¿Verdad? Suba, suba.

- Gracias, hija, pero no me llames “Señora Jameson”, llámame Cathy, por favor –Dicho esto, le guiñó un ojo y se aupó al carruaje, con cierto esfuerzo, debido a su volumen. El cochero arrancó de nuevo.

- ¿Ha sido muy molesto el interrogatorio?

- No mucho, querida, lo normal. Ya sabes me han sobado un poco y esas cosas

- ¡Dios mío! –Madelaine se tapó la boca, escandalizada.

- No es para tanto, cariño –La señora Jameson sonrío pícaramente y le volvió a guiñar un ojo.

Al cabo de unos minutos de viaje, oyeron como un carro se acercaba a toda velocidad detrás de ellas. Preocupada por si chocaban, Madelaine retiró la cortinilla del carruaje para ver un poco mejor. Lo que vio la dejó con la boca abierta. A su misma altura, Arthur McCarthy voceaba y gesticulaba desde otro carro. Madelaine cerró la cortinilla y la volvió a abrir, segura de que sus ojos la engañaban. Desafortunadamente, McCarthy seguía allí, con el sombrero torcido.

-¡Abra la puerta! –Madelaine acertó a leerle los labios- ¡Abra la puerta y échese a un lado!

Asustada, Madelaine hizo lo que le pedían. McCarthy abrió la puerta de su carruaje y tomó impulso. Con un golpe, aterrizó en el asiento de enfrente de las dos sorprendidas mujeres. Se colocó el sombrero y cogió la mano de la bibliotecaria, depositando un beso en el dorso.

- Está loco –Contestó, retirando la mano, como si McCarthy fuese venenoso. Se asomó a través de la ventana y vio al conductor del otro carruaje, con un fajo de billetes en la mano y saludando con la otra al estrambótico personaje que había asaltado su carro. McCarthy, por supuesto, le devolvió el saludo -¿Ha pagado a ese cochero sólo para que nos alcanzara y poder saltar de un carro al otro?

- ¿A que ha estado bien? –Le guiñó el ojo, con una inclinación de cabeza.

- Está loco...

- No te preocupes, querida –La señora Jameson susurró al oído de la confundida Madelaine- Si se sobrepasa lo más mínimo, le arreas una buena patada en los cataplines. Funciona con absolutamente todos los hombres –Sonrío, al escuchar a la pudorosa bibliotecaria soltar un gritito de sorpresa- Y usted, McCarthy, ¿Qué hace aquí?

- Porque somos cómplices –Dijo con voz nasal- Yo cogí la carta del escenario del crimen, y usted, señora Jameson, se la dio a la pelirroja. No quiero que Harper me coja a mi solo, si nos coge, que sea a todos, ¿No?

A las dos mujeres les resultó bastante complicado no poner los ojos en blanco ante las estupideces del señor McCarthy.

- Hablando de la carta, querida, ¿Qué vas a hacer ahora?

- Iré a visitar a mi abuelo, estoy un poco angustiada por él. Pero, me gustaría ir sola, son asuntos de familia, ya saben... –Añadió.

- Por supuesto cariño. McCarthy y yo aprovecharemos para ir a la celebración de la Regata Real. ¿Verdad?

- Eh... Claro, por supuesto.

En Henley se estaba celebrando la famosísima Regata Real. Era un evento muy conocido, y la mitad de Londres estaba allí reunida para ver las barcas que llenaban el Támesis. Por supuesto, la alta aristocracia se daba cita en Henley para disfrutar del evento. Era un buen momento para formalizar relaciones entre familias distintas.

Cuando llegaron debía ser media tarde. Todo el mundo se congregaba en las laderas colindantes al Támesis, esperando su turno para montar en las barcas, o bien paseaban por los puestos que se habían colocado para la ocasión.

- Bueno, esta es nuestra parada –La señora Jameson dio un golpe en la rodilla a McCarthy- Nos encontraras en la feria cuando vuelvas, querida.

Madelaine se despidió de ellos y continuó su viaje. En apenas cinco minutos alcanzó la calle donde vivía su abuelo. Hacía años que no pasaba por allí, pero todo estaba igual que siempre. Ya empezaba a anochecer, y, aunque era verano, la humedad hacía que refrescara bastante. Avanzó deprisa para no coger frío y enseguida alcanzó el número nueve, la casa de su abuelo Jeremías.

2 comentarios:

Pedro Estudillo dijo...

¡Ufff!, he tenido que ponerme al día, pero no me ha costado mucho; cuando la literatura es buena parece que se lee sola.
Ya veo que la trama sigue complicándose, como en toda buena novela de misterio.
Intentaré no despistarme más, por la cuenta que me trae.

Un saludo.

Marinel dijo...

Sencillamente genial,esa señora Jameson.Parece la típica inglesa que no puede faltar en cualquier novela de suspense que se precie.
Seguimos leyendo.
Besos.